Gracias a una persona de amistad con nuestro Director, podemos difundir su testimonio sobre un avistaje en Río Cuarto.
Estimado Mario:
Paso a comentarte lo que observamos en el cielo riocuartense en la noche del 23 de diciembre.
Cerca de la medianoche, aproveché un rato para salir al patio de casa, el cual si bien no tiene gran tamaño para una amplia observación de la bóveda celeste, sirve al menos para despuntar el pasatiempo como aficionado a la astronomía, especialmente de la observación del cielo nocturno con binoculares.
La tarde había sido lluviosa y la noche estaba parcialmente nublada.
Pero como ocurre siempre luego de una lluvia, la visibilidad era muy buena ya que el agua se había llevado las impurezas propias que flotan en el aire y las estrellas aparecían con mayor nitidez que lo habitual. Te aclaro que en el barrio hay una abundante luz del alumbrado público y que es necesario tomarse varios minutos más que lo acostumbrado para que la vista se adecue bien para observar.
Como las nubes se iban disipando, invité a mis dos hijos más chicos -una chica de 15 y el varón de 17- para que me acompañaran a mirar estrellas en medio de las nubes que iban desapareciendo de a poco. Para ello nos ubicamos cómodamente con unas sillas que tienen lona tanto en el respaldar cuanto en el asiento y nos dedicamos a ver el cielo.
Primero fuimos mirando las diversas formas que tenían las nubes, que cambiaban constantemente por el leve viento que cruzaba a esa hora.
Como se iba despejando cada vez más, busqué mis binoculares (son marca Tasco, de 15X50, es decir de un máximo de 15 aumentos con unos lentes de 50 milímetros de diámetro) y nos dispusimos a ver el firmamento.
Observamos siempre mirando hacia el cenit y hacia el sur, a excepción de una sola vez en que miramos las estrellas ubicadas más hacia el Norte, viendo a Las Tres Marías, pero fue por pocos minutos.
Centramos la atención en la Cruz del Sur y en otras constelaciones más hacia la parte superior, observando diríamos comunmente hacia el sudoeste de la ciudad de Río Cuarto.
Pudimos ver durante el tiempo que estuvimos -algo más de dos horas- varias "estrellas fugaces", algún que otro satélite, algunos meteoritos bien marcados en el cielo, y también vimos el desplazamiento de aves migratorias que como es habitual lo hacían en bandadas y en formación.
Alrededor de la 01.15 de la madrugada nos quedamos mirando sólo mi hijo y yo, ya que la chica se fue a dormir.
Minutos después, en el preciso momento en que ninguno de los dos estábamos con los binoculares apuntando hacia el cielo (los tenía mi hijo colgados al cuello) sucedió algo que no duró más de cuatro o cinco segundos, una fracción de tiempo para muchos por demás escasa, pero que nos dejó asombrados por el espectáculo que nos brindó.
Eran exactamente la 01.35 (luego del avistamiento miré el reloj al instante) cuando estábamos los dos mirando hacia el Este, y desde una altura no mayor a los 45º vimos el desplazamiento sumamente veloz y silencioso de dos objetos que venían desde el Este hacia nuestra dirección.
Mi hijo sólo atinó a decir: "¿¡Qué es eso!? mientras yo me quedé perplejo por lo que veíamos.
Por una fracción de segundo pensé que se acercaban aves, ya que el color del objeto era de marrón claro, casi color caramelo, podríamos describirlo.
Notamos en forma coincidente que eran dos objetos voladores que se desplazaron a gran velocidad desde el Este hacia el Oeste. Primero los vimos aparecer a una altura de 45º y luego surcaron el cielo sobre nuestras cabezas, para desaparecer por el oeste a la misma altura...
Desde que comenzamos a verlos hasta que desaparecieron no pasaron más de 5 segundos. La forma de los objetos -coincidimos con mi hijo en que eran dos- era como de una gota, con la punta hacia el Este, con un contorno color caramelo, con luz tenue, y con el centro del mismo más oscuro.
Seguimos los dos, en esos pocos segundos, atentamente el desplazamiento con nuestros ojos a simple vista. Si hubiéramos tenido colocados los binoculares, nos hubiéramos perdido el espectáculo ya que su paso fue sumamente veloz, diríamos diez veces más rápidos y a mucha más baja altura que los satélites más veloces que recordemos haber visto alguna vez.
Iban uno al lado del otro, y uno de ellos estaba casi la mitad de su tamaño más adelantado del otro. El trayecto de los mismos fue a baja altura (no más de la que llevaría un avión a hélice, de poco tamaño... aunque no podemos calcular la distancia) y estimo yo personalmente que no pasaron a más de dos mil o tres mil metros de la tierra.
No observamos ninguna maniobra, sino un paso raudo, altamente veloz, y en línea recta.
Me hizo acordar cuando años atrás, en los desfiles militares realizados en el centro de Río Cuarto hacían su paso rasante los aviones Mirage, que veíamos pasar ya cuando estaban sobre nuestras cabezas y se perdían entre los edificios...
Sólo que en este caso su altura era mayor, no había ningún ruido, eran objetos luminosos y su altura era similar a las de un avión Cessna (por dar un ejemplo, ya que no se me ocurre otro mejor) y atravesaron todo el cielo muy rápidamente.
Mi hijo me preguntó si yo también los había visto y me interrogó acerca de qué se trataba, ya que no tenían similitud alguna con alguna nave conocida por nosotros.
El quedó muy emocionado por lo que pudimos ver, mientras yo creo que lo tomé con más calma, y me quedé entre asombrado y gratificado por lo que vimos, lo cual en definitiva no pudimos identificar.
Luego seguimos observando el cielo por más de media hora y nos acostamos, en medio de los comentarios en los que coincidíamos en que no eran aves, ni un avión, ni satélite, ni meteorito, ni nada conocido.
Coincidimos también en que se trataban de dos naves que volaron encima nuestro, que no pudimos saber de qué se trataba, que no tenían sonido y que su forma era de gota (achatadas, aclaramos...).
Te cuento, Mario, que llevo más de treinta años observando el cielo, algo a lo cual siempre, de niño me alentó mi padre, y que he intensificado en las últimas dos décadas, pero nunca he visto algo semejante.
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Estimado Mario:
Paso a comentarte lo que observamos en el cielo riocuartense en la noche del 23 de diciembre.
Cerca de la medianoche, aproveché un rato para salir al patio de casa, el cual si bien no tiene gran tamaño para una amplia observación de la bóveda celeste, sirve al menos para despuntar el pasatiempo como aficionado a la astronomía, especialmente de la observación del cielo nocturno con binoculares.
La tarde había sido lluviosa y la noche estaba parcialmente nublada.
Pero como ocurre siempre luego de una lluvia, la visibilidad era muy buena ya que el agua se había llevado las impurezas propias que flotan en el aire y las estrellas aparecían con mayor nitidez que lo habitual. Te aclaro que en el barrio hay una abundante luz del alumbrado público y que es necesario tomarse varios minutos más que lo acostumbrado para que la vista se adecue bien para observar.
Como las nubes se iban disipando, invité a mis dos hijos más chicos -una chica de 15 y el varón de 17- para que me acompañaran a mirar estrellas en medio de las nubes que iban desapareciendo de a poco. Para ello nos ubicamos cómodamente con unas sillas que tienen lona tanto en el respaldar cuanto en el asiento y nos dedicamos a ver el cielo.
Primero fuimos mirando las diversas formas que tenían las nubes, que cambiaban constantemente por el leve viento que cruzaba a esa hora.
Como se iba despejando cada vez más, busqué mis binoculares (son marca Tasco, de 15X50, es decir de un máximo de 15 aumentos con unos lentes de 50 milímetros de diámetro) y nos dispusimos a ver el firmamento.
Observamos siempre mirando hacia el cenit y hacia el sur, a excepción de una sola vez en que miramos las estrellas ubicadas más hacia el Norte, viendo a Las Tres Marías, pero fue por pocos minutos.
Centramos la atención en la Cruz del Sur y en otras constelaciones más hacia la parte superior, observando diríamos comunmente hacia el sudoeste de la ciudad de Río Cuarto.
Pudimos ver durante el tiempo que estuvimos -algo más de dos horas- varias "estrellas fugaces", algún que otro satélite, algunos meteoritos bien marcados en el cielo, y también vimos el desplazamiento de aves migratorias que como es habitual lo hacían en bandadas y en formación.
Alrededor de la 01.15 de la madrugada nos quedamos mirando sólo mi hijo y yo, ya que la chica se fue a dormir.
Minutos después, en el preciso momento en que ninguno de los dos estábamos con los binoculares apuntando hacia el cielo (los tenía mi hijo colgados al cuello) sucedió algo que no duró más de cuatro o cinco segundos, una fracción de tiempo para muchos por demás escasa, pero que nos dejó asombrados por el espectáculo que nos brindó.
Eran exactamente la 01.35 (luego del avistamiento miré el reloj al instante) cuando estábamos los dos mirando hacia el Este, y desde una altura no mayor a los 45º vimos el desplazamiento sumamente veloz y silencioso de dos objetos que venían desde el Este hacia nuestra dirección.
Mi hijo sólo atinó a decir: "¿¡Qué es eso!? mientras yo me quedé perplejo por lo que veíamos.
Por una fracción de segundo pensé que se acercaban aves, ya que el color del objeto era de marrón claro, casi color caramelo, podríamos describirlo.
Notamos en forma coincidente que eran dos objetos voladores que se desplazaron a gran velocidad desde el Este hacia el Oeste. Primero los vimos aparecer a una altura de 45º y luego surcaron el cielo sobre nuestras cabezas, para desaparecer por el oeste a la misma altura...
Desde que comenzamos a verlos hasta que desaparecieron no pasaron más de 5 segundos. La forma de los objetos -coincidimos con mi hijo en que eran dos- era como de una gota, con la punta hacia el Este, con un contorno color caramelo, con luz tenue, y con el centro del mismo más oscuro.
Seguimos los dos, en esos pocos segundos, atentamente el desplazamiento con nuestros ojos a simple vista. Si hubiéramos tenido colocados los binoculares, nos hubiéramos perdido el espectáculo ya que su paso fue sumamente veloz, diríamos diez veces más rápidos y a mucha más baja altura que los satélites más veloces que recordemos haber visto alguna vez.
Iban uno al lado del otro, y uno de ellos estaba casi la mitad de su tamaño más adelantado del otro. El trayecto de los mismos fue a baja altura (no más de la que llevaría un avión a hélice, de poco tamaño... aunque no podemos calcular la distancia) y estimo yo personalmente que no pasaron a más de dos mil o tres mil metros de la tierra.
No observamos ninguna maniobra, sino un paso raudo, altamente veloz, y en línea recta.
Me hizo acordar cuando años atrás, en los desfiles militares realizados en el centro de Río Cuarto hacían su paso rasante los aviones Mirage, que veíamos pasar ya cuando estaban sobre nuestras cabezas y se perdían entre los edificios...
Sólo que en este caso su altura era mayor, no había ningún ruido, eran objetos luminosos y su altura era similar a las de un avión Cessna (por dar un ejemplo, ya que no se me ocurre otro mejor) y atravesaron todo el cielo muy rápidamente.
Mi hijo me preguntó si yo también los había visto y me interrogó acerca de qué se trataba, ya que no tenían similitud alguna con alguna nave conocida por nosotros.
El quedó muy emocionado por lo que pudimos ver, mientras yo creo que lo tomé con más calma, y me quedé entre asombrado y gratificado por lo que vimos, lo cual en definitiva no pudimos identificar.
Luego seguimos observando el cielo por más de media hora y nos acostamos, en medio de los comentarios en los que coincidíamos en que no eran aves, ni un avión, ni satélite, ni meteorito, ni nada conocido.
Coincidimos también en que se trataban de dos naves que volaron encima nuestro, que no pudimos saber de qué se trataba, que no tenían sonido y que su forma era de gota (achatadas, aclaramos...).
Te cuento, Mario, que llevo más de treinta años observando el cielo, algo a lo cual siempre, de niño me alentó mi padre, y que he intensificado en las últimas dos décadas, pero nunca he visto algo semejante.
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